Con el paso del tiempo he reafirmado que mi escencia tímida e introspectiva siempre me acompañará y entiendo que el tiempo que luché por dejarlas fuera fue parte de mi crecimiento hoy más que nunca entiendo que ellas son parte de mi identidad y las quiero conmigo.
De niña era mucho más introvertida, pocos amigos, no muchas platicas que me interesara platicar y esa sensación de no encajar, mejor dicho de no querer encajar con todos. Era del tipo que jugaba horas sola y me sentía más comoda con mis amigos de siempre y mis primos. Por varias situaciones que experiementé, en un momento de mi adolescencia pensé que la tímidez e introspección era una lastra que me pesaba, así que tomé cartas en el asunto y me esforcé a cambiar. Ser popular, conocer muchas personas, hablar con gente desconocida, y sobretodo hablar con más facilidad era la meta.
Por alguna razón siempre he comunicado mejor las cosas escribiendolas e hicé un esfuerzo grande para lograr dejar de tartamudear en público o con algunas personas las primeras veces, creo que cuando tu naturaleza es tímida estar en contacto con otras personas te resulta como una lucha extenuante de nadar en contra de la corriente, así que como imaginarás de inicio me sentía desencajada y torpe, hasta que las cosas se fueron sintiendo un poco más naturales, quizá me ayudo que seleccione gente que me motivó y me ayudó no se si de la mejor manera jajaja pero bueno se logró de una u otra forma, quizá fueron las hormonas cirqueras de la adolescencia, y claro mi lucha incanzable por cambiar.
En la preparatoria brinqué en la cuerda floja sin red, pensé que ser popular era sintoma infalible de que la tímides me había abandonado, y bueno tuvé todo tipo de experiencias, algunas muy buenas, otras bastante irresponsables y una muy malas, en fin fue una época de reacomodo, aprendizaje y según yo de quebrar el empeque que traía de nacimiento. En este tiempo conocí y salí con muchas personas que permitieron mejorar mis habilidades al sociabilizar cosa que agradesco pero que no dejaron huellas profundas, más en el fondo siempre supé que mis amigos de toda la vida eran con los que me sentía comoda y ellos me permitían disfrutar en verdad cada momento.
En la universidad pensé que mi mal estaba curado y que había pagado la prueba de inicio en los menesterés de la sociabilidad y aún con todo el desequilibrio de la preparatoria, recordar esa época siempre me hace reír.
Así pues con mis nuevos conocimientos sociales y facilidad para acercarme a las personas, era momento en centrar mis energías en hablar en público otro punto según yo importantísimo para seguir mi camino de alejarme de la tímides, además creí que era el momento de arriesgarme más y aventurarme a entablar platicas con cualquier persona fuese o no de mi agrado.
El primer día de escuela apegada a mi nueva meta busqué de manera bastante premeditada a las personas que podrían ayudarme, sé que suena maquiavelico de primera instancia, según yo quería dejarme de tonterías y encontrar simplemente gente con quién emprender nuevos proyectos universitarios enfocados en gran parte a las nuevas habilidades que quería conseguir, pero para mi suerte fue mucho más se convirtieron en mis amigos entrañables y con ellos aprendí a hablar en público y mil cosas más.
Hasta ese momento sólo me faltaba un punto más, forzarme a entablar platicas con personas que quizá nunca volvería a ver, de esas personas que se suben en el mismo camión que tú y que bajan ocho cuadras después, así que empecé a ponermé metas pequeñas, de principio sudaba frío para atrevermé a preguntar cualquier cosa a un completo desconocido pero poco a poco con el pretexto tontillo de pedir la hora, comentar algo sobre el tiempo fui perdiendo ese miedo a conversar con gente que nunca volvería a ver, algunas veces resultaba aburrido y otras interesantes, aprendí que cada persona tenía una historia que contar, fue agradable este tiempo.
Al terminar la universidad estaba muy orgullosa de mis avances, tenía un trabajo que involucraba hablar mucho con otras personas, daba cursos voluntarios para niños y adolescentes y hasta regresé algunas veces a dar alguna clase a mi universidad, y aunque he de reconocer que nunca ha sido fácil, siempre me motivo brincar esa ansiedad que me provoca hablar en publico o con personas desconocidas en un principio.
Después viví fuera de mi casa, en otro país, fue todo un reto y estaba segura que aunque no fuera mi país podría abrirme paso sin problema, en realidad fue toda una experiencia no tuvé tanto problema para salir adelante, pero curiosamente yo misma trajé de regreso esa parte introspectiva y tímida y me sentaba muy bien, quizá ya ninguna de las dos estaba en la medida que en un principio, pero como nunca lo disfrutaba, era una mezcla rara entre sentir que yo decidía en que momento utilizaba esa parte que tanto habia luchado por obtener y cuando disfrutaba de la apaciblidad que me daba el escribir, el sentarme a leer en libro, en quedarme sola mirando un atardecer, en declinar una invitación para simplemente caminar sola por la orilla del río, en no hablar con absolutamente nadie en el autobús, quizá el hecho de no poder comunicarme en un principio trajó a mi esa forma de ser que tanto había querido erradicar y simplente la empecé a disfrutar.
Ahora de muchas historias y experiencias después y con la madurez que van dando los años, pienso que siempre es bueno tratar de mejorar cosas que crees en un momento de tu vida que no eran suficientemente buenas, la mayor parte de las veces hará una mejor persona de ti, pero tu escencia es única que Dios te la regalo al momento de nacer y ella siempre será parte tuya y llegado el momento la entenderás y disfrutarás, como yo estoy disfrutandola ahora.
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