2010, Llego por fin la celebración de bicentenario, nadie entendía bien que era lo que teníamos que celebrar, pero aún así celebramos y celebramos como los mexicanos sabemos hacerlo, con toda la mano!!!!
Días antes en todos los canales se la televisión mexicana se entrevistaba todo tipo de gente, desde políticos, estrellas de televisión, así como ciudadanos en la calles, la pregunta clave era si creían que con la situación que estamos viviendo teníamos algo que festejar, la verdad las respuestas siempre fueron muy diversas, más creo que la gran mayoría de los mexicanos sacando nuestro espíritu de optimismo característico pensamos que debíamos celebrar el bicentenario de nuestra independencia.
La situación que estamos viviendo justo la libertad es lo que nos esta mermando, y lo comenté en un articulo anterior, más creo que todo las naciones tienen su evolución, su momento de cambio, y quizá estamos justo en ese momento de iniciar otro movimiento.
¿Qué hay que celebrar? Que somos un país hermoso, con gente calida y hospitalaria, de familias forjadas por madres amorosas, con una historia de lucha y raíces milenarias, con una cultura diversa y multicolor, quizás muchos podrán decir que tenemos millones de problemas, pero la diferencia única es que nos podemos levantar con una sola cosa que nos haga feliz y siempre verás una sonrisa cuando caminas por las calles o escuchar una sonora carcajada en una reunión familiar.
Para un mexicano una tragedia más es parte de la vida y simplemente hay que seguir luchando, no podemos hundirnos en la desesperanza. Sabemos de arte sin estudiarlo, no de gratis tenemos los mejores artesanos, somos místicos, creativos, festivos, no requerimos mucho para vivir, llegamos al mundo desnudos por mandato Divino y justo así nos vamos.
Yo en lo personal amo ser una mexicana con una familia grande y unida como muégano, ver a mi madre y a mis tías horneando pan y cocinando para una fiesta, tener esos entrañables compás a los que les puedo caer con un six de cerveza y se arma la fiesta, recibir un abrazo calido de mis compañeros de trabajo todas las mañanas, sentir el sol brillante la mayor parte del año entrando por mis poros, saludar a mis vecinos y cerrar una calle para hacer una posada, ver en la mañanas el rocío en las hojas del sicómoro que sembramos cuando éramos niñas con mi papá, reunirnos con una guitarra a cantar en una fogata improvisada, sentarme a comer en cualquier fonda o localito sin pensar en toda la complejidad sanitaria, caminar por las tardes en las calles de mi ciudad y ver a los niños jugando al rededor de sus madres que están tomando el fresco, las platicas con un café humeante o después de la comida, cortar una flor del Jardín del vecino para regalarla a alguien especial sin que sea un delito, ver a una mujer amamantando a su hijo, un niño jugando con un perro callejero o corriendo descalzo, en fin tantas cosas que nos hacen reconciliarnos a cada minuto con la vida.
Días antes en todos los canales se la televisión mexicana se entrevistaba todo tipo de gente, desde políticos, estrellas de televisión, así como ciudadanos en la calles, la pregunta clave era si creían que con la situación que estamos viviendo teníamos algo que festejar, la verdad las respuestas siempre fueron muy diversas, más creo que la gran mayoría de los mexicanos sacando nuestro espíritu de optimismo característico pensamos que debíamos celebrar el bicentenario de nuestra independencia.
La situación que estamos viviendo justo la libertad es lo que nos esta mermando, y lo comenté en un articulo anterior, más creo que todo las naciones tienen su evolución, su momento de cambio, y quizá estamos justo en ese momento de iniciar otro movimiento.
¿Qué hay que celebrar? Que somos un país hermoso, con gente calida y hospitalaria, de familias forjadas por madres amorosas, con una historia de lucha y raíces milenarias, con una cultura diversa y multicolor, quizás muchos podrán decir que tenemos millones de problemas, pero la diferencia única es que nos podemos levantar con una sola cosa que nos haga feliz y siempre verás una sonrisa cuando caminas por las calles o escuchar una sonora carcajada en una reunión familiar.
Para un mexicano una tragedia más es parte de la vida y simplemente hay que seguir luchando, no podemos hundirnos en la desesperanza. Sabemos de arte sin estudiarlo, no de gratis tenemos los mejores artesanos, somos místicos, creativos, festivos, no requerimos mucho para vivir, llegamos al mundo desnudos por mandato Divino y justo así nos vamos.
Yo en lo personal amo ser una mexicana con una familia grande y unida como muégano, ver a mi madre y a mis tías horneando pan y cocinando para una fiesta, tener esos entrañables compás a los que les puedo caer con un six de cerveza y se arma la fiesta, recibir un abrazo calido de mis compañeros de trabajo todas las mañanas, sentir el sol brillante la mayor parte del año entrando por mis poros, saludar a mis vecinos y cerrar una calle para hacer una posada, ver en la mañanas el rocío en las hojas del sicómoro que sembramos cuando éramos niñas con mi papá, reunirnos con una guitarra a cantar en una fogata improvisada, sentarme a comer en cualquier fonda o localito sin pensar en toda la complejidad sanitaria, caminar por las tardes en las calles de mi ciudad y ver a los niños jugando al rededor de sus madres que están tomando el fresco, las platicas con un café humeante o después de la comida, cortar una flor del Jardín del vecino para regalarla a alguien especial sin que sea un delito, ver a una mujer amamantando a su hijo, un niño jugando con un perro callejero o corriendo descalzo, en fin tantas cosas que nos hacen reconciliarnos a cada minuto con la vida.
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