José Luis desde niño había resaltado por su alma aventurera y libre, amaba a los animales y por su casa habían pasado una infinidad de ellos, desde víboras hasta toda clase de ruedores. Cuando cumplió 15 años su padre decidió regalarle una perra labrador que había deseado por años.
--Frida es el nombre que me gusta para mi perra pá, aunque me hubiese gustado que fuera perro para ponerle Rocky, dijo José Luis acariciando la cabeza del hermoso animal.
Los años pasaron y no era raro ver a José Luis montado en su bicicleta con Frida corriendo a su lado, disfrutando juntos de los fines de semana al aire libre. Como buen labrador Frida amaba nadar al río, correr tras alguna liebre o perderse por un rato para llegar con algún animal putrefacto en el asico. José Luis siempre comentaba orgulloso a sus amigos que Frida tenía en su espíritu algo de aquella mujer por quién llevaba tan conocido nombre. --Mi perro, siempre se refería a Frida como un macho -- es fuerte, libre y con mucho carácter, estoy pensando que nunca aceptará a alguna de mis novias. Al decir esto José Luis reía con tremendas carcajadas que daba gusto escucharlo.
Por consejo de su padre, José Luis de mala gana decidió conseguirle a Frida un perro para cruzarla. Un buen amigo lo contacto con el dueño de un labrador macho de esos que tienen pedigrí, justo lo que él deseaba para su perro. Después de negociar, presentaron al gallardo labrador a Frida, quién en lo más mínimo se mostro entusiasmada por el animal.
No hay forma de explicar las penosas faenas que pasó José Luis al espantar a todos los perros pulguientos que hacían ronda por su casa. Frida siempre se había mostrado gustosa de jugar con todos esos canes que fungían como guardianes de las casas que estaban en construcción a los alrededores. Por fin el tiempo de celo recomendado por el veterinario paso, quizá un poco menos pero José Luis odiaba ver a ese perro persiguiendo todo el día a Frida, lo único que quedaba ya era esperar era que el macho de pedigrí hubiesé hecho bien su tan costoso trabajo.
Pocas semanas después la noticia de que Frida estaba preñada fue recibida. José Luis quedó contento y vio como la barriga de su perro crecía sin que ella dejará de lado las actividades que tanto disfrutaba hacer.
Pasaron los dos meses y Frida tuvo siete cachorros de tres diferentes colores negros, blancos y cafés. --A que lindos están los cachorros de mi perro, dijo José Luis, y llamó a todos sus amigos y conocidos para ofrecer los perritos de tanto abolengo.
Todos los cachorros fueron apalabrados en venta antes de que se destetaran. Julio un pequeño de seis años era el orgulloso dueño de uno de los cachorros y como estaba ansioso por tenerlo cuanto antes en casa fue el primero en llegar a recoger el suyo, apenas entró a la casa soltó la mano de su padre y corrió hasta donde estaban las cachorros. Observó detalladamente a cada uno de los siete que estaban adormilados en la caja e inclino la cabeza con un gesto de incredulidad y dijo, --PAPÁ, MI PERRO NO SE PARECE A PUPY, pasaron una segundos y acento con una sonrisa grande, -- PERO ME GUSTA, lo tomó entre sus manos y le dió un abrazo asfixiante, el papá de Julio y José Luis sólo se miraron extrañados por la situación.
José Luis quedó un poco perturbado por la observación del chiquillo y a la mañana siguiente en el desayuno comentó el percance del día anterior con su madre, quién volteo a la puerta ventana donde vió a Frida retozando en el sol y dijo, --válgame Dios hijo había olvidado comentarte que el día en que te fuisté a entregar al chucho de pedigrí, dejasté la puerta abierta y cuando menos pensé Frida ya andaba afuera en la construcción del vecino de enfrente. En ese instante como si supieran que estaban hablando de ella la perra volteó y José Luis soltó su carcajada característica.
--Frida es el nombre que me gusta para mi perra pá, aunque me hubiese gustado que fuera perro para ponerle Rocky, dijo José Luis acariciando la cabeza del hermoso animal.
Los años pasaron y no era raro ver a José Luis montado en su bicicleta con Frida corriendo a su lado, disfrutando juntos de los fines de semana al aire libre. Como buen labrador Frida amaba nadar al río, correr tras alguna liebre o perderse por un rato para llegar con algún animal putrefacto en el asico. José Luis siempre comentaba orgulloso a sus amigos que Frida tenía en su espíritu algo de aquella mujer por quién llevaba tan conocido nombre. --Mi perro, siempre se refería a Frida como un macho -- es fuerte, libre y con mucho carácter, estoy pensando que nunca aceptará a alguna de mis novias. Al decir esto José Luis reía con tremendas carcajadas que daba gusto escucharlo.
Por consejo de su padre, José Luis de mala gana decidió conseguirle a Frida un perro para cruzarla. Un buen amigo lo contacto con el dueño de un labrador macho de esos que tienen pedigrí, justo lo que él deseaba para su perro. Después de negociar, presentaron al gallardo labrador a Frida, quién en lo más mínimo se mostro entusiasmada por el animal.
No hay forma de explicar las penosas faenas que pasó José Luis al espantar a todos los perros pulguientos que hacían ronda por su casa. Frida siempre se había mostrado gustosa de jugar con todos esos canes que fungían como guardianes de las casas que estaban en construcción a los alrededores. Por fin el tiempo de celo recomendado por el veterinario paso, quizá un poco menos pero José Luis odiaba ver a ese perro persiguiendo todo el día a Frida, lo único que quedaba ya era esperar era que el macho de pedigrí hubiesé hecho bien su tan costoso trabajo.
Pocas semanas después la noticia de que Frida estaba preñada fue recibida. José Luis quedó contento y vio como la barriga de su perro crecía sin que ella dejará de lado las actividades que tanto disfrutaba hacer.
Pasaron los dos meses y Frida tuvo siete cachorros de tres diferentes colores negros, blancos y cafés. --A que lindos están los cachorros de mi perro, dijo José Luis, y llamó a todos sus amigos y conocidos para ofrecer los perritos de tanto abolengo.
Todos los cachorros fueron apalabrados en venta antes de que se destetaran. Julio un pequeño de seis años era el orgulloso dueño de uno de los cachorros y como estaba ansioso por tenerlo cuanto antes en casa fue el primero en llegar a recoger el suyo, apenas entró a la casa soltó la mano de su padre y corrió hasta donde estaban las cachorros. Observó detalladamente a cada uno de los siete que estaban adormilados en la caja e inclino la cabeza con un gesto de incredulidad y dijo, --PAPÁ, MI PERRO NO SE PARECE A PUPY, pasaron una segundos y acento con una sonrisa grande, -- PERO ME GUSTA, lo tomó entre sus manos y le dió un abrazo asfixiante, el papá de Julio y José Luis sólo se miraron extrañados por la situación.
José Luis quedó un poco perturbado por la observación del chiquillo y a la mañana siguiente en el desayuno comentó el percance del día anterior con su madre, quién volteo a la puerta ventana donde vió a Frida retozando en el sol y dijo, --válgame Dios hijo había olvidado comentarte que el día en que te fuisté a entregar al chucho de pedigrí, dejasté la puerta abierta y cuando menos pensé Frida ya andaba afuera en la construcción del vecino de enfrente. En ese instante como si supieran que estaban hablando de ella la perra volteó y José Luis soltó su carcajada característica.